Esquina Periferia es una obra de teatro única que nos cuenta una historia sin trama pero de narrativa muy coherente y fascinante. La pieza está dividida en dos partes: Un cuarto más pequeño y Bus Boy Love.
En la primera parte los personajes son los artistas residentes del Hotel Puercoespín. Estos personajes bums y embelequeros nos dejan saber que somos el público del lobby del hotel y nos ofrecen varias canciones que sugieren atmósferas e historias de una melancolía sabrosa. El title song nos habla de un “yo mudándome a un cuarto más pequeño” y de esta forma posiciona al espectador ante al starving artist “sin especialización”,que lo va perdiendo todo, menos su “voluntad de vivir manifestándose”(R. Arenas). Esta primera parte/recital de canciones individualmente tan sugerentes, entre el folk y el gospel, trabajan juntas como esa narrativa del artista venido a menos y convertido en servidor, en mesero. “Yo sirvo, yo sirvo” dice Alegría con su bandeja y nos lanza a la segunda parte donde el “servidor” adquiere nombre “Junior” y tiene una oportunidad de ser amado, aunque sea una cabrona vez.
En la segunda parte dominan la escena los cuerpos en tránsito, los movimientos explosivos. Teresa Hernández y Viveca Vázquez son dos sombras/espectros que empujan, acercan y alejan a los dos “servers” del restaurante Limbo con gran expresividad corpórea, de hecho impresionante. Junior y Abelardo (interpretado por Yamil Collazo) son los meseros que al parecer llevan tanto tiempos faltos de una caricia que solo pueden desplazarse como animales/bestias en el restaurante-escenario antes de fundirse en un abrazo. Esta segunda parte explora la relación de dos hombres solo a través de la sugerencias del cuerpo. El resultado es un love story auténtico y ezquizofrénico, pero sobre todo queer y muy normal.
Merece atención el trabajo de la actriz, maestra y performera Isel Rodríguez. En la primera parte une su voz a la de Eduardo y crean una melodías lúdicas que ayudan a demostrar la seriedad de estas composiciones tan tristes, evocativas (storytellers) y muy personales. En la segunda parte Isel interpreta a Heather otra servidora de Limbo y nos regala su paciencia y disciplina, un cuerpo que espera.
Esta pieza es una de la experiencias viscerales más tristes y alentadoras que tiene el teatro puertorriqueño. Aunque la sala del Coribantes estaba más que saludable anoche domingo 15 de mayo, uno siente que merece un público más amplio y a la vez sabemos que es imposible, es una obra para nosotros los que queremos pensar y relajarnos aún cuando esten ausentes los códigos hartos conocidos del drama más tradicional. A fin de cuentas la intimidad es un atributo fundamental de esta pieza y no nos importa mudarnos a un cuarto más pequeño. Podemos ser felices. Esta obra me hizo feliz. Sublime. Ve a verla, tienes chance. Hazme caso.
foto por Neysa Jordan
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